sábado, 21 de diciembre de 2013

Fahrenheit 451

En momentos como los que vivimos hoy en día a veces tiendo a preguntarme en qué momento se mezclan la realidad y la ficción al leer una novela que en su día fue una distopía que rozaba la ciencia ficción. Al menos esa es la reacción que me ha provocado Fahrenheit 451, de Ray Bradbury. Escrita hacen más de cincuenta años, a fecha de hoy se podría decir que quizás, solo quizás, no estamos tan lejos del mundo que imaginó Bradbury en aquellos tiempos en los que azotaba el terror de las bombas de hidrógeno y el mundo se recuperaba aún de la Segunda Guerra Mundial.




Sinopsis: Como 1984 de George Orwell, como Un mundo feliz de Aldous Huxley, Fahrenheit 451 describe una civilización occidental esclavizada por los medios de comunicación, los tranquilizantes y el conformismo. La visión de Bradbury es asombrosamente profética: las pantallas de TV ocupan paredes y exhiben folletines interactivos, unos auriculares transmiten a todas horas una insípida corriente de música y noticas, en las avenidas los coches corren a 150 kilómetros por hora persiguiendo peatones; y el cuerpo de bomberos, auxiliado por el Sabueso Mecánico, rastrea y elimina a los disidentes que conservan y leen libros.

La novela da comienzo presentándonos a un ciudadano arquetípico de esta sociedad distópica: Guy Montag, un bombero que se dedica a localizar y quemar libros según dicta el gobierno de Estados Unidos. Las universidades no existen; los niños son educados de una forma sistemática que quizás a todos los que paseamos todavía por los pasillos de un instituto nos suene demasiado bien. Poco a poco, y por circunstancias que se contraponen a la vida diaria de Montag, el personaje va desarrollando un crecimiento como persona y sufre lo que literariamente se suele clasificar como un desengaño de la sociedad en la que vive.

451 grados Fahrenheit, la temperatura a la que el papel arde y los libros se consumen.


Sería, como poco, irónico que uno llegara a pensar que una sociedad como la de Fahrenheit 451 está lejos de existir. Si nos paramos a pensar, ¿qué vivimos hoy en día? Una cultura de masas en su más amplio sentido. Los deportes ocupan mucho más espacio en nuestras vidas del que deberían; los medios de comunicación están cada vez más obsoletos, e innegablemente la gente lee mucho menos. O lee novela barata, que probablemente sea peor. Los buenos escritores y las tramas originales quedan ensombrecidas por los que ya se han convertido en tópicos de la literatura actual: los vampiros, los hombres lobo y los dramas victorianos en los que una pobre damisela en apuros es ayudada por un Mr. Darcy de distinto nombre.

En cualquier caso, la lectura de Fahrenheit 451 me ha resultado una bastante estimulante. No es un libro complicado pese a haberlo leído en su versión original, y con apenas 200 páginas se lee en un suspiro. Lo que importa es el ejercicio de reflexión conforme Montag va creciendo como personaje, o cuando llega al asombroso final de la novela. Es un libro, como se suele decir, para comerse el coco. ¿Dónde estamos? ¿A dónde nos dirigimos? Creo, desde el punto de vista de una persona de dieciséis años que aún se está haciendo una idea del mundo en el que vivimos, que Fahrenheit 451 conlleva un ejercicio de reflexión que a todos nos hace falta de vez en cuando. Sobre todo a los Guy Montag que abundan hoy en día.

Mi nota: 9/10.