viernes, 1 de mayo de 2015

Kafka en la orilla

A veces paso meses leyendo libros que me gustan, pero que simplemente no me dan la sensación de ser lo suficientemente atractivos para hacer una reseña. Eso, sumado al poco tiempo libre que me permiten manejar las clases y los exámenes constantes, han provocado cierto abandono a este rinconcito. Sin embargo, últimamente he leído un libro que me ha calado de tal forma que, en este viernes festivo, me ha apetecido dedicarle un rato a escribir una reseña.


Sinopsis: Kafaka Tamura se va de casa el día que cumple quince años. Los motivos, si es que los hay, son las malas relaciones con su padre -un famoso escultor convencido de que su hijo repetirá el aciago  sino de Edipo de la tragedia clásica- y la sensación de vacío producida por el abandono de su madre y su hermana. Sus pasos le llevarán al sur de Japón, a Takamatsu, donde encontrará refugio en una peculiar biblioteca. Si sobre la vida de Kafka se cierne la tragedia (en el sentido clásico), sobre la de Satoru Nakata ya se ha abatido: de niño, durante la II Guerra Mundial, sufrió un extraña accidente del que salió sumido en una especie de olvido de sí, con dificultades para comunicarse. A los 60 años, abandona Tokyo y emprende un viaje que le conducirá, como a Kafka, a la biblioteca de Takamasu. Así, vidas y destinos, destinos y pesadillas se van entretejiendo en un curso inexorable que no atiende a razones ni a voluntades.

Lo primero que tendría que aclarar de este libro es que es uno muy complejo. Murakami no da en ningún momento ninguna pista sobre un final en el que, si no se presta atención -y se toma un poco de licencia creativa para imaginar lo que puede significar todo- quedan más cabos sueltos que acciones concretas. Es un libro complicado, con infinidad de símbolos e ideas ocultas, y sobre todo es un libro que engrandece por dentro con sus reflexiones, tan perfectamente integradas en la narración que el lector las absorbe como una parte más de la historia de Kafka Tamura.

Kafka Tamura. Ese niño de quince años cuya historia va a caballo entre El guardián entre el centeno y el archiconocido mito de Edipo, y que sin embargo acaba convirtiéndose en un personaje que no podría ser más distante de sus dos más claras influencias. Más astuto y serio que Holden y más aniñado que el rey de Tebas, Kafka es un personaje de los que calan hondo. No solo por la historia tan onírica que lo rodea, sino por cada uno de los detalles tan absolutamente cuidados de su personalidad que nos presenta Murakami. A él se une un abanico de personajes que hacen de la novela un conjunto impecable: Ôshima, el hombre que ayuda a Kafka a lo largo de prácticamente toda su estancia en Takamasu, la señora Saeki… y sobre todo, ese Nakata que habla con los gatos y protagoniza la parte más mágica de toda la novela.

Otro aspecto importante es la destreza con la que Murakami incorpora el «saber de los libros» dentro de su producción literaria. Ya dejaba entrever algo de esto en Tokio Blues -otro maravilloso libro del autor japonés que disfruté mucho en su día-, pero en Kafka en la orilla despliega páginas y páginas de pura Literatura. Y es algo que no podría haberme gustado más: desde la referencia al mito clásico de Edipo hasta al propio nombre del protagonista, tomado del autor checo que escribiría La metamorfosis, es un libro que, desde la biblioteca de Takamasu, Murakami va hilando la literatura con la realidad, el mundo onírico con el de la vigilia y la realidad con la fantasía para crear un mundo en el que todo es posible y nada es lo que parece.

Dicho todo esto, poco más puedo añadir. Es un libro brillante y, pese a ser solo el segundo de Murakami que he leído, puedo asegurar que tengo muchísimas ganas de devorar todos y cada uno de sus libros. Si cabe, incluso más que cuando acabé Tokio Blues. Porque Kafka en la orilla es una novela en la que la realidad se mezcla con elementos sorprendentes y maravillosos, en la que nunca se sabe si todo es un sueño o una realidad absurda. Es, pues, una historia que transporta al lector a otro mundo, a otro plano: estira y cuestiona todo planteamiento que se pueda tener al respecto sin que el lector se dé cuenta.

A fin de cuentas, ¿quién decide si las acciones de Kafka Tamura fueron correctas o no?

Mi nota: 9/10.