martes, 1 de septiembre de 2015

Stoner

Llevaba meses sin entrar en este blog pero, después de terminar este libro, he sentido la necesidad de hacerlo. Porque llevaba muchísimo tiempo sin sentir tantas emociones al leer un libro, porque quizás es justo lo que necesitaba a un par de semanas de empezar en la universidad. Porque quizás se haya convertido en uno de mis libros favoritos, y porque quizás haya sido uno de esos libros que te cambian la perspectiva con la que diriges tu vida por completo. Vamos con Stoner.


Sinopsis: William Stoner entró como estudiante en la Universidad de Missouri en el año 1910, a la edad de diecinueve años. Ocho años mas tarde, en pleno auge de la Primera Guerra Mundial, recibió el título de Doctorado en Filosofía y aceptó una plaza de profesor en la misma universidad, donde enseñó hasta su muerte en 1956. Nunca ascendió más allá del grado de profesor asistente y unos pocos estudiantes le recordaban vagamente después de haber ido a sus clases. Cuando murió, sus colegas donaron en su memoria un manuscrito medieval a la biblioteca de la Universidad. Este manuscrito aún puede encontrarse en la Colección de Libros Raros, portando la siguiente inscripción: «Donado a la Biblioteca de la Universidad de Missouri, en memoria de William Stoner, Departamento de Inglés. Por sus colegas».

Ni siquiera sé muy bien por dónde empezar con esta reseña. Es un libro que he devorado en cosa de dos días —las vacaciones ayudan, por supuesto— y ahora mismo, aun habiendo pasado un buen rato desde que cerré esta maravilla de libro por última vez, no sé si conozco del todo la forma de poner mis pensamientos en orden al respecto.

Es una novela con un argumento sencillo, sencillísimo incluso. Narra la vida de un profesor de Literatura en una pequeña universidad del Sur de Estados Unidos. Hijo de granjeros, William Stoner llega a la universidad y se encuentra con un mundo hasta entonces desconocido para él, y de eso trata precisamente el libro: de Stoner, de su amor por la Literatura y de cómo esta acaba absorbiendo cada detalle de su vida.  A Stoner se le presenta como un personaje agradable desde el principio, pero ha sido a lo largo de las páginas —y por tanto, de su vida— cuando me he dado cuenta de que es justo el tipo de persona que me gustaría ser el día de mañana. No solo porque mis aspiraciones laborales sean bastante similares a las suyas, sino por lo excepcional en cada rasgo de su personalidad: pese a todas las adversidades que se le presentan, la bondad y la capacidad de seguir adelante de Stoner son prácticamente la luz que guía la historia.

Y no es una historia feliz. Uno podría decir que Stoner vive una vida incluso miserable —en muchos aspectos, lo es— pero personalmente me gusta pensar que pese a todo Stoner llega a hacer lo que más le gusta, lo que conforma el propósito de su vida a lo largo de toda la novela, más allá del amor o de la amistad: enseñar. Y es esa descripción de la enseñanza, realizada con una ternura y afán que tan solo sabría alcanzar alguien que ha dedicado su vida a ello, ha sido quizás lo que más me ha gustado de toda la novela.

También cabe destacar la magnífica prosa de John Williams. Tengo que admitir que el nombre del autor ni siquiera me sonaba antes de que Stoner llegara a mis manos, y es algo que me parece una verdadera lástima, porque creo haber encontrado en él una de las mejores voces de la literatura americana del siglo XX. Hay párrafos enteros de Stoner que se acercan más a la poesía que a la prosa: palabras que consiguen hacer que el lector se sumerja al cien por cien en la historia, generando una afinidad casi inexplicable con el antihéroe que en realidad es William Stoner. Pero es este Stoner, con su entereza y fortaleza personal, al que describe con una riqueza casi sobrecogedora, lo que le da fuerza a toda la novela. Sin embargo, hay una parte de la novela que cabe destacar sobre todo lo demás, y son los últimos párrafos de esta. Williams tiene aquí una capacidad de hilar las palabras y hacerlas vibrar de una forma que aun ahora, horas después de haber terminado de leer el libro, me hacen estremecerme y reflexionar sobre esta pequeña joya que acabo de leer.

Sin ir más allá, creo que solo me queda decir —aunque tal vez sea ya bastante evidente— que Stoner es probablemente la mejor novela que he leído en lo que llevo de año, y que es más que probable que se convierta en uno de esos libros que no me canso de recomendar. Porque Stoner es una de esas maravillas que llegan en momentos inesperados: es auténtica, es sencilla, es maravillosa. Es una lección de humanidad de las que a todos nos hacen falta de vez en cuando. Y por supuesto, es todo un cántico a la enseñanza y a la Literatura. Sencillo en su presentación y humilde en su público, incluso en esto parece ajustarse a la personalidad del bueno de Stoner: ¿para qué atraer a grandes audiencias cuando puede mantener con una sonrisa en los labios y un hormigueo en los dedos a una cría como yo al concluir una reseña sobre un libro como este, con toda una serie de perspectivas nuevas que ni siquiera se le había ocurrido plantearse antes?

Tal y como diría William Stoner momentos antes de concluir su gran aventura: «¿Qué esperabas?».

Mi nota: 10/10.

viernes, 1 de mayo de 2015

Kafka en la orilla

A veces paso meses leyendo libros que me gustan, pero que simplemente no me dan la sensación de ser lo suficientemente atractivos para hacer una reseña. Eso, sumado al poco tiempo libre que me permiten manejar las clases y los exámenes constantes, han provocado cierto abandono a este rinconcito. Sin embargo, últimamente he leído un libro que me ha calado de tal forma que, en este viernes festivo, me ha apetecido dedicarle un rato a escribir una reseña.


Sinopsis: Kafaka Tamura se va de casa el día que cumple quince años. Los motivos, si es que los hay, son las malas relaciones con su padre -un famoso escultor convencido de que su hijo repetirá el aciago  sino de Edipo de la tragedia clásica- y la sensación de vacío producida por el abandono de su madre y su hermana. Sus pasos le llevarán al sur de Japón, a Takamatsu, donde encontrará refugio en una peculiar biblioteca. Si sobre la vida de Kafka se cierne la tragedia (en el sentido clásico), sobre la de Satoru Nakata ya se ha abatido: de niño, durante la II Guerra Mundial, sufrió un extraña accidente del que salió sumido en una especie de olvido de sí, con dificultades para comunicarse. A los 60 años, abandona Tokyo y emprende un viaje que le conducirá, como a Kafka, a la biblioteca de Takamasu. Así, vidas y destinos, destinos y pesadillas se van entretejiendo en un curso inexorable que no atiende a razones ni a voluntades.

Lo primero que tendría que aclarar de este libro es que es uno muy complejo. Murakami no da en ningún momento ninguna pista sobre un final en el que, si no se presta atención -y se toma un poco de licencia creativa para imaginar lo que puede significar todo- quedan más cabos sueltos que acciones concretas. Es un libro complicado, con infinidad de símbolos e ideas ocultas, y sobre todo es un libro que engrandece por dentro con sus reflexiones, tan perfectamente integradas en la narración que el lector las absorbe como una parte más de la historia de Kafka Tamura.

Kafka Tamura. Ese niño de quince años cuya historia va a caballo entre El guardián entre el centeno y el archiconocido mito de Edipo, y que sin embargo acaba convirtiéndose en un personaje que no podría ser más distante de sus dos más claras influencias. Más astuto y serio que Holden y más aniñado que el rey de Tebas, Kafka es un personaje de los que calan hondo. No solo por la historia tan onírica que lo rodea, sino por cada uno de los detalles tan absolutamente cuidados de su personalidad que nos presenta Murakami. A él se une un abanico de personajes que hacen de la novela un conjunto impecable: Ôshima, el hombre que ayuda a Kafka a lo largo de prácticamente toda su estancia en Takamasu, la señora Saeki… y sobre todo, ese Nakata que habla con los gatos y protagoniza la parte más mágica de toda la novela.

Otro aspecto importante es la destreza con la que Murakami incorpora el «saber de los libros» dentro de su producción literaria. Ya dejaba entrever algo de esto en Tokio Blues -otro maravilloso libro del autor japonés que disfruté mucho en su día-, pero en Kafka en la orilla despliega páginas y páginas de pura Literatura. Y es algo que no podría haberme gustado más: desde la referencia al mito clásico de Edipo hasta al propio nombre del protagonista, tomado del autor checo que escribiría La metamorfosis, es un libro que, desde la biblioteca de Takamasu, Murakami va hilando la literatura con la realidad, el mundo onírico con el de la vigilia y la realidad con la fantasía para crear un mundo en el que todo es posible y nada es lo que parece.

Dicho todo esto, poco más puedo añadir. Es un libro brillante y, pese a ser solo el segundo de Murakami que he leído, puedo asegurar que tengo muchísimas ganas de devorar todos y cada uno de sus libros. Si cabe, incluso más que cuando acabé Tokio Blues. Porque Kafka en la orilla es una novela en la que la realidad se mezcla con elementos sorprendentes y maravillosos, en la que nunca se sabe si todo es un sueño o una realidad absurda. Es, pues, una historia que transporta al lector a otro mundo, a otro plano: estira y cuestiona todo planteamiento que se pueda tener al respecto sin que el lector se dé cuenta.

A fin de cuentas, ¿quién decide si las acciones de Kafka Tamura fueron correctas o no?

Mi nota: 9/10.

miércoles, 11 de marzo de 2015

Las vírgenes suicidas

Esto de ir a tres exámenes por semana parece acaba con cualquiera. ¡Pero aquí estoy! En estos dos meses he leído algunos libros, pero me apetecía reseñar este. Lo leí hace más de un mes, pero igualmente me ha apetecido reseñarlo: sin ser para nada del tipo de libros que suelo leer, incluso después de un mes me encuentro aún pensando en él de vez en cuando, como el recuerdo que surge ocasionalmente de un libro particularmente bueno.


Sinopsis: En menos de un año y medio, las cinco hermanas Lisbon, adolescentes entre trece y diecisiete años, se suicidaron. Los jovencitos del barrio habían estado siempre fascinados por esas inalcanzables jóvenes en flor, y veinte años después, aquellos chicos ya en la frontera de la mediana edad, intentan desentrañar el enigma de aquellas lolitas muertas que siguen fascinándolos.

Lo primero que hay que decir es que esta historia llevaba llamándome la atención bastante tiempo. Tenía intención de ver la película de Sofia Coppola — la vi después de leerlo y tengo que decir que, pese a ser una adaptación bastante buena, como película me dejó bastante fría — y, sin embargo, me regalaron el libro por Navidades y no pude resistirme a leerlo. Y me alegro bastante de haberlo hecho: la historia de las hermanas Lisbon y la forma de narrar de Eugenides son ambas, como poco, estupendas.

Por un lado tenemos a las misteriosas hermanas Lisbon, que se asemejan en cierto modo al típico grupo de niñas de una familia con dudosas tendencias ultrareligiosas. Estas niñas, pese a tener poco desarrollo a lo largo de la novela, se presentan al principio de esta como meros bocetos, un batiburrillo de cinco muchachas sin distinción entre una y otra. Sin embargo, conforme avanza la historia Eugenides nos otorga ciertos detalles que nos presentan a las Lisbon como lo que verdaderamente eran: individuas diferentes unidas por la tragedia y la falta de sentido que le encuentran a la vida.

Sin embargo, cabe decir que hay algo que me ha gustado incluso más que el retrato de las hermanas Lisbon, y es la forma de narrar la historia de Eugenides. El narrador en este caso es completamente externo: un muchacho del barrio, cuyo nombre no conocemos en ningún momento, que observa la tragedia de la familia Lisbon junto con sus amigos. Es sin duda la forma más adecuada de narrar esta historia, en cierto modo de la misma manera que la observa el lector: en primera persona, dejando traslucir los sentimientos de horror y sorpresa que habría producido el episodio de las hermanas Lisbon en el barrio en el que vivían.

En todo, el libro me ha parecido una obra breve, pero indudablemente brillante. No había leído nada de Eugenides, pero sin duda alguna se trata de un narrador excelente — ya tengo Middlesex pendiente para leerlo — y con una imaginación tremenda. De Las vírgenes suicidas no solo impacta como historia, sino como novela estremecedora y brillantemente narrada. De todas las formas que se pueden abarcar temas como el suicidio, la adolescencia o la falta de motivación en la vida, la de Eugenides se trata de una de las más brillantes que he visto hasta la fecha.

Mi nota: 8/10.

miércoles, 7 de enero de 2015

El lector de Julio Verne

¡Primera entrada del 2015! Para recibir el año traigo un libro de Almudena Grandes que he estado leyendo estos días antes de la inexorable vuelta a clase — qué emoción — y que me ha gustado tanto que me apetecía compartirlo con una reseña. Esta vez nos quedamos en España, más concretamente en la Sierra Sur de Jaén, en el año 1947; pero no por ello el libro es menos impresionante. Más bien al contrario.


Sinopsis: Nino, hijo de guardia civil, tiene nueve años, vive en la casa cuartel de un pueblo de la Sierra Sur de Jaén, y nunca podrá olvidar el verano de 1947. Pepe el Portugués, el forastero misterioso, fascinante, que acaba de instalarse en un molino apartado, se convierte en su amigo y su modelo, el hombre en el que le gustaría convertirse alguna vez. Mientras pasan juntos las tardes a la orilla del río, Nino se jurará a sí mismo que nunca será guardia civil como su padre, y comenzará a recibir clases de mecanografía en el cortijo de las Rubias, donde una familia de mujeres solas, viudas y huérfanas, resiste en la frontera entre el monte y el llano. Mientras descubre un mundo nuevo gracias a las novelas de aventuras que le convertirán en otra persona, Nino comprende una verdad que nadie había querido contarle: en la Sierra Sur se está librando una guerra, pero los enemigos de su padre no son los suyos. Tras ese verano, empezará a mirar con otros ojos a los guerrilleros liderados por Cencerro, y a entender por qué su padre quiere que aprenda mecanografía.

Antes que nada supongo que tengo que aclarar que sí, en efecto, es otro libro sobre la posguerra. ¿Qué hay de malo en ello? Como ya dije reseñando Los girasoles ciegos y La voz dormida la historia del siglo XX de nuestro país fue una guerra que no llegó a tener fin (tal y como se llama esta serie de libros de Almudena Grandes, Episodios de una guerra interminable) hasta muchísimo después de ese uno de abril de 1939. Por ello mismo, por mucho que se critique este tipo de literatura, soy de la opinión de que siempre será necesaria, simplemente para que no caiga en el olvido. Siempre desde un punto de vista novedoso y sin historias demasiado trilladas, por supuesto; aunque por desgracia, de aquellos años hay un sinfín de historias que quedan por relatar.

En este caso nos centramos en una historia real, como todas las de esta serie de novelas de Almudena Grandes. Según cuenta la autora en la solapa del libro, en este caso narra la historia de un viejo amigo suyo de Jaén, hijo de guardia civil y testigo de la guerra silenciosa que se vivió en España tras la guerra: la guerra de guerrillas, que hizo zozobrar pueblos enteros a lo largo de los cuatro puntos cardinales de la Península. La autora lo disfraza todo con distintos nombres, pero la historia en sí sigue siendo la misma, narrada de una forma sencilla, eficaz y en muchos casos sobrecogedora.

Los personajes que conforman la historia también son de lo más destacables. Mi favorito, sin duda, ha sido Pepe el Portugués, aunque también destacan las Rubias y doña Elena. En general son unos personajes interesantísimos, sumamente realistas y, sobre todo, con historias que reflejan perfectamente lo que fue de los vencidos al terminar la contienda. Incluso los personajes que aparecen con menos frecuencia, como la familia de Nino o su profesor, don Eusebio, acaban formando un retrato bastante fidedigno de lo que fue la más inmediata posguerra y las circunstancias a las que se vio sometido el pueblo español, sobre todo en el ámbito rural.

Seguramente es un libro que no gustará a todo el mundo, y probablemente por meras cuestiones políticas. Supongo que es algo inevitable, pero es de esos libros que, dado el carácter de la mayoría de los personajes, no gustaría a nadie que no esté convencido de quién se llevó más mazazos a lo largo de la guerra y en la más inmediata posguerra, y sobre todo de que eran absolutamente inmerecidos. En cualquier caso, a mí me ha parecido un libro bastante completo: humano, con una trama bastante curiosa, unos personajes bastante cuidados y un estilo muy bueno. Es el primer libro que leo de Almudena Grandes (pendientes tengo los otros dos Episodios de una guerra interminable que ya han sido publicados), pero no será el último.

Mi nota: 8/10.