viernes, 2 de junio de 2017

El paciente inglés

De nuevo, pasa el tiempo y yo solo aparezco por aquí cuando leo un libro que me haya calado lo suficiente como para dedicar un poco de esta estresante vida universitaria a hablar de ello por aquí. Ha pasado casi un curso desde mi última entrada y, para mayor o menor sorpresa, llevaba todo ese tiempo sin leer ningún libro que me supusiera el mismo impacto que el de Almudena Grandes. Y sin embargo, hace unos meses descubrí a Michael Ondaatje, y con él esta maravilla de libro.


Sinopsis: En los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, cuatro personajes se reúnen en una villa en ruinas en la Toscana: un enigmático hombre sin memoria, que agoniza con el cuerpo completamente quemado, una joven enfermera que cree traer la desgracia a cuantos ama, un cínico superviviente mutilado y un sij dedicado a la desactivación de explosivos… Cuatro extranjeros de sí mismos, atrapados en la retaguardia de sus recuerdos, que van recomponiendo el destrozado mosaico de sus identidades a través de las intermitentes y atormentadas revelaciones de una historia de amor y celos.

Creo que lo más acertado es comenzar diciendo que ya conocía esta historia por la película de 1996 de Anthony Minghella —aunque solo recordaba la trama vagamente, me sirvió para entrar al libro sabiendo alguna que otra cosa más de Lászlo de Almásy que el lector que se sumerja en él sin haber tenido contacto con el film— y, desde luego, no era mi primer acercamiento a la prosa de Ondaatje. Hace unos meses leí El sueño de Anil —publicado en Debolsillo en 2011, pero cuya primera edición se remonta a 1999— y me resultó completamente fascinante: la narración de Ondaatje es seria, delicada y absolutamente poética; en El paciente inglés, por supuesto, la mantiene con unos tonos de belleza léxica que en más de una ocasión me han dejado pasmada, releyendo el mismo párrafo una vez y otra.

Y es que lo mejor de El paciente inglés es, probablemente, la belleza que emana de sus páginas. No solo por la calidad de la prosa, sino por la sutilidad y profundidad de sus cuatro personajes principales: la enfermera Hana, una muchacha que a sus veinte años ha visto demasiado como para poder llevar una existencia tranquila; el conde Lászlo de Almásy, un cartógrafo húngaro que ha acabado postrado en una cama por una serie de quemaduras que le han calcinado todo el cuerpo; Caravaggio, un ladrón sin pulgares que vuelve a la vida de Hana tras años de ausencia; y Kip, un joven zapador Sij cuya existencia encarna esa dicotomía persistente en el mejor Ondaatje entre Oriente y Occidente. Cada uno de ellos conmueve y se aproxima al lector a su manera, pero siempre con el mismo encanto que todo personaje mimado y bien estudiado por Ondaatje: al final, una no puede hacer otra cosa que caer presa de los encantos del joven Almásy y reír ante las ocurrencias de Caravaggio. Son personajes que tienen un efecto casi magnético en el lector: representan, en suma, lo mejor y lo peor de lo que sucedió en África, en Italia y en todas partes durante aquellos oscuros años que fueron los de la Segunda Guerra Mundial.

En lo que respecta a la trama, requiere en gran medida de la participación activa del lector: se encuentra ampliamente fragmentada y, en sus vaivenes por la historia de los cuatro personajes, explica de paso cómo fue la guerra alejada de las trincheras europeas, entre las dunas del desierto y con la desesperación de Almásy o la turbulenta vida de Kip como telón de fondo. En cierto modo podría calificarse como una novela posmoderna, tanto en su estructura como en el tratamiento de ciertos temas a lo largo del libro: sin embargo, prescindiré de dichas etiquetas y me limitaré a decir que es una novela que sigue mereciendo la pena y que se encuentra en toda su actualidad aún veinticinco años después de su publicación. Y, como conclusión, una última recomendación para aquellos que decidan adentrarse en esta maravillosa novela: no dejéis de ver la película de Anthony Minghella cuando hayáis acabado, porque es una de las más maravillosas que he visto nunca. Aunque tal vez, visto desde la perspectiva estrictamente literaria, tiene gran parte del mérito el tener un libro como este en sus raíces.

Mi nota: 9/10.

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