miércoles, 18 de abril de 2012

La Voz Dormida

Este libro lo leí por primera vez hace mucho tiempo, tanto que casi no me acordaba cuando empecé a leerlo harán dos semanas, empezado justo el Domingo de Ramos. Y la verdad, me alegro de haberlo releído después de tanto tiempo, porque he conseguido entender mejor las cosas que no comprendí la primera vez que lo leí, quizás por los conocimientos que he ido adquiriendo sobre la Guerra Civil y la dictadura franquista, o quizás por ese crecimiento a nivel personal que he experimentado con el paso de los años. En cualquier caso, hay algo que no ha cambiado: la novela me ha gustado tanto, o incluso más, que la primera vez.


Sinopsis: Un grupo de mujeres, encarceladas en la madrileña prisión de Ventas, enarbola la bandera de la dignidad y el coraje como única arma posible para enfrentarse a la humillación, la tortura y la muerte. Pocas novelas podemos calificar como imprescindibles. La voz dormida es una de ellas, porque nos ayuda a bucear en el papel que las mujeres jugaron durante unos años decisivos para la historia de España. Relegadas al ámbito doméstico, decidieron asumir el protagonismo que la tradición les negaba para luchar por un mundo más justo. Unas en la retaguardia, y las más osadas en la vanguardia armada de la guerrilla, donde dejaron la evidencia de su valentía y sacrificio.

Tengo que admitir que la primera vez que leí este libro no entendía ni la mitad de términos que se utilizaban en ella. Para mí aquello de "lentejas de Negrín", "la Dolores" y otras muchas cosas eran completamente desconocidas. Aunque la novela me acabó gustando, no se puede comparar con ahora, que ya conozco el tema de la Guerra Civil y la posguerra en profundidad, y por lo tanto he sabido sacarle mucho más partido a la historia. Además, el estilo literario de Dulce Chacón, que he encontrado magnífico, también me ha capturado mucho más que la primera vez que leí la novela, ahora que he aprendido a valorar la calidad literaria auténtica.

Quizás lo que más me ha gustado de la historia son, ni más ni menos, los personajes. Los de fuera y los de dentro, por decirlo de alguna manera. Dentro están Hortensia, la luchadora idealista y comprometida que no renunciará a sus ideales, y sus compañeras de celda: Reme, la abuela asustada, Elvirita, la niña de la maleta y la melena roja, y Tomasa, la extremeña de piel cetrina, valiente y dura como ella sola. Todas tienen una historia desgarradora, que más de una vez te hace revolverte en la butaca de un escalofrío. Pero la cosa no se acaba en la puerta de la prisión de Ventas. También están los de fuera, que sufren casi tanto como los de dentro. Pepita, la hermana de Hortensia, que se desvela por hacer llegar comida y ropa a su hermana, a su querida hermana. Paulino González, que luego fue Jaime Alcántara, y el marido de Hortensia, Felipe, que luego llegaría a ser Mateo Bejerano. Ellos también cuentan una historia, directamente relacionada con el día a día que padecen las mujeres que están presas en Ventas. Y es la profundidad con la que llegas a conocer a los personajes, la facilidad con la que llegas a conocer todas sus acciones y pensamientos, lo que más me ha gustado del libro. Porque reír, llorar y sentir con los personajes de una novela como si los conocieras de toda la vida no tiene precio.

Supongo que a no todo el mundo que haya leído esta novela le habrá causado la misma impresión que a mí, pero si no la habéis disfrutado aún, os invito a hacerlo lo antes posible. No lo lamentaréis. Y, a ser posible, sería recomendable que después de leer la novela la complementáseis con la película de Benito Zambrano que, aunque no tan detallada como la propia novela, sí que es una excelente adaptación.

Mi nota: 10/10.

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