jueves, 16 de enero de 2014

Los girasoles ciegos

Hay algunas veces en esta vida en las que uno encuentra un libro que cambia la forma que tiene de ver la vida. En ocasiones ese impacto es más paulatino, menos notorio; otras una sola frase puede hacer que el lector se replantee todo en lo que ha pensado hasta ese momento. Esto, por supuesto, varía de una persona a otra: en sus gustos, en sus ideas, y en mil puntos más. Sin embargo, podría decir que esto fue lo que me sucedió hacen un par de tardes con Los girasoles ciegos. Ya había leído el libro con anterioridad, pero por diversos motivos — llamadlos inmadurez, poca atención o poco desarrollo crítico — no me impactó ni la mitad de lo que me ha impactado ahora. ¿Qué tiene este libro que tanto me ha impactado? Ni yo misma lo sé.


Sinopsis: Este libro es el regreso a las historias reales de la posguerra que contaron en voz baja narradores que no querían contar cuentos sino hablar de sus amigos, de sus familiares desaparecidos, de ausencias irreparables. Son historias de los tiempos de silencio, cuando daba miedo que alguien supiera que sabías. Cuatro historias, sutilmente engarzadas entre sí, contadas desde el mismo lenguaje pero con los estilos propios de narradores distintos que van perfilando la verdadera protagonista de esta narración: la derrota.

A priori podría aparecer en la cabeza de uno esa frase que tanto suena en el cine y la literatura española, “¿Otra historia más de la guerra civil? ¿Para qué, si son todas iguales?”. Si bien es cierto que el tema de la Guerra Civil y su inmediata posguerra ha sido un tema bastante explotado – muchas veces de forma errónea – por la literatura, el cine y la televisión en España, a mi modo de ver es un momento de la historia de nuestro país que no se puede olvidar bajo ninguna circunstancia. Es por ello por lo que la existencia de libros como éste son algo que se debería cultivar más que telenovelas de época barata: estos libros son retratos desgarradores y a la vez tremendamente realistas de lo que fue España durante la guerra y siguió siendo hasta prácticamente el último tercio del siglo XX.

Lo primero que llama la atención de Los girasoles ciegos. Un primer relato de apenas treinta páginas en el que se trata la dualidad entre vencedor y vencido; un segundo de apenas veinte en el que un poeta sangra palabras sobre lo único que le queda: su cuaderno y su hijo. El tercero y el cuarto, algo más extensos pero no por ello menos desgarradores, casi no llegan a las cincuenta páginas. Es por eso mismo, pues, por lo que catalogaría este libro como novela corta, ya que en su totalidad no pasa de las 150 páginas. 

Y sin embargo, vaya ciento cincuenta páginas. Es, sin más que decir, un retrato desgarrador de lo que fue de los vencidos al acabar la guerra. Los personajes son en su totalidad hijos de las sombras y de las heridas de la guerra: en todos sus casos, vencidos con mordaza que esperan pacientemente a que pase la guadaña sobre sus cabezas. Llamadlo Carlos Alegría, llamadlo Eulalio, llamadlo Juan Senra, llamadlo Ricardo Mazo. Al final, todos son víctimas de la misma guerra que, de una forma u otra, han perdido.

Poco más me queda que decir de este libro. Destacar la humanidad de sus personajes, el horror de sus historias, la paz en sus finales derrotados. No es una historia que vaya a gustar a todo el mundo, ni mucho menos. Pero a mí me ha llegado al alma: me ha trastocado, me ha enrabiado, me ha hecho llorar.

Podría decirse que, a fin de cuentas, los protagonistas de Los girasoles ciegos sí que han acabado obteniendo una victoria frente al mar de derrotas en el que se encontraban sumergidos.

Mi nota: 10/10.

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